miércoles, 30 de agosto de 2017

“La Flama de la Venganza”


-“¡Tío, contanos una historia!” dijeron mis sobrinos.
-“Bueno, les contaré la historia de mi amiga Lucy y mi hermana Melanie”.

 Conocía a Lucy de toda la infancia, crecimos juntos en Haxby porque era mi vecina. Hasta que se mudó cuando teníamos doce años. El día anterior pasó algo que marcó mi vida.

 Estábamos sentados en el patio de mi casa, mirábamos las estrellas y las nombrábamos una por una. Lucy sugirió que comiéramos algo, teníamos hambre. Entramos para buscar que comer, pero no había nada. Le dije que fuéramos al supermercado juntos, pero ella decidió quedarse.

 Estaba volviendo a mi casa, cuando de pronto, oí unos gritos de auxilio: era Lucy. Corrí lo más rápido que pude hasta que la encontré cerca de mi casa, asustada. Vino hacia mí y empezó a llorar. Luego vi lo que había detrás de ella: mi casa estaba en llamas, fuego por doquier, arrasando con todo a su paso... Y entonces recordé: Melanie. Tenía que entrar a ver si estaba allí, pero cuando llegué era muy tarde. La casa se había derrumbado. No sabía qué hacer, entré en pánico, grité por ayuda lo más fuerte que pude, pero nadie parecía escuchar. No podía creer que mi hermanita probablemente estuviera muerta. Vinieron los bomberos y apagaron el fuego.
Al día siguiente, nos mudamos a otra casa, sin Melanie y con Lucy a miles de millas de distancia.

-” ¿Ya termino la historia tío?”
-“No, queda mucho que contar”.

 Cuando cumplí los dieciséis años, decidí ir a una universidad cerca de Haxby. Mientras estaba en la fila esperando para inscribirme, me encontré con Lucy. Dijo que había encontrado una casa en el mismo terreno de mi anterior hogar y me ofreció quedarme con ella. Acepté. Algo peculiar sobre Lucy era que siempre, sin excepción, se despertaba por las noches, para comer algo, dar una caminata, sentarse en el jardín o simplemente irse de la casa. ¿Cómo lo sabía? Bueno, era muy ruidosa, siempre se tropezaba con algo en su camino y se escuchaban sus pisadas al recorrer la casa, además yo tampoco podía dormir algunas noches o me quedaba hasta tarde estudiando, haciendo imposible no escucharla.

 Un día la encontré llorando en su habitación. Cuando le pregunte qué sucedía me respondió que esta casa le traía malos recuerdos y que quería mudarse. No veía una razón por la que hubiera que mudarnos, estábamos perfectamente cómodos y la renta no era muy costosa. Cuando le pregunte si era por problemas de dinero, me lo negó rotundamente, solo dijo que le hacía recordar a ella, Melanie. Que a veces la veía caminar por los corredores, sentada junto a la ventana y en sus sueños, otra de las razones por las cuales no dormía y despertaba a esas horas. Cuando la logre convencer de quedarnos por lo menos unas semanas más, se adentró en la oscuridad de su cuarto.

 En una noche sin luna, Lucy conto entre sollozos que había visto que se reflejaba el rostro de mi hermana en los espejos, que ella le gritaba. Luego, Lucy empezó a llorar y a decir que lo sentía, que ya no podía ocultarlo más. Dijo que ella lo había hecho; había matado a mi hermana. Estaba celosa de su aspecto, de su risa, de cómo yo la miraba con amor, de cómo pasaba días enteros con Melanie y no con ella. Así que prendió una vela y la dejó caer, quemando la alfombra que cubría el piso de nuestra casa. Las lágrimas que lloró aquella noche y los gritos de agonía habían sido falsos.

 De pronto, se cortó la luz y la oscuridad llenó el lugar. Prendí una vela y la sostuve en frente de mí, pero noté algo extraño: Lucy no estaba. De repente, una luz salió de mi cuarto y, sin siquiera darme cuenta, estaba subiendo las escaleras hacia esa horrible habitación. Abrí la puerta con mi mano temblorosa y pude ver una silueta oscura en el cuarto débilmente iluminado. Acerqué la tenue luz y la vi, en una lúgubre esquina: era Lucy. Estaba arrodillada en el suelo, todo su ser temblaba y su cabello negro estaba suelto, cubriendo su rostro. Lo alzó dejando a la vista sus ojos y murmuró

-“Lo siento, pero no puedes salir de aquí ahora que sabes la verdad”

 Sus ojos antes negros se inyectaron con sangre, de su espalda brotaron grandes patas negras que se clavaron en el piso con un fuerte estruendo. Tenía unas enormes y filosas garras en sus manos y pies. Su cuerpo había crecido y algunos filamentos negros salieron de él y se adhirieron a ella hasta cubrirla completamente. De su boca, salieron grandes colmillos. Parecía una pesadilla.

Empecé a correr lo más rápido que pude, pero escuchaba los pasos del “monstruo” que me seguían. Tenía tanta adrenalina en mi cuerpo que no sentía el dolor cuando chocaba contra las paredes. Tenía que detenerla. Entonces me di vuelta y cuando el monstruo se abalanzaba sobre mí arrojé la vela que llevaba en mi mano. Su cuerpo empezó a quemarse lentamente y mientras Lucy agonizaba volvía a su forma humana. Antes de que se quemara por completo, apague el fuego, dejando a Lucy inconsciente en el piso.
     
  Tenía que tomar una decisión, no podía seguir viviendo con ella. Decidí mudarme y dejar a Lucy en Haxby. Me transferí a la universidad Xavier en Estados Unidos para terminar mis estudios.

-“¿Y qué paso con Lucy, tío Frank?” preguntaron mis sobrinos.

-“Dicen que ronda por Haxby, atormentando a sus habitantes.”

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